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domingo

El jardín de las delicias

CARTAS AL DIRECTOR



Queridísimo director:

El pequeño risonte de Malabea dijo que tal vez algún día de estos las sirenas filetearían sus colas para dar un gran banquete a cambio de unas nuevas piernas metálicas robóticas que salieron al mercado el mes pasado. Según informó el secretario general de gobierno querrían también un rinoceronte en medio de la Luna. Yo opino que seria demasiado apresurado pensar en soluciones de ese tipo, por este motivo quise unirme a la huelga de la hediondez en la que yo y unos trescientos hombres más no nos bañaremos hasta que acepten nuestras propuestas. Por favor lea bien, hasta que acepten nuestras propuestas (NO ME GUSTAN LAS MAYÚSCULAS, LES DAN UN TOQUE PEDANTE), nada de diálogos y juegos políticos sucios. Nuestro cese de aseo no sólo consistirá en ello, sino que además saldremos a contaminar con nuestro olor pestilente la vía pública y sitios de reunión. Por ejemplo, viajaremos en el metro yo y mis trescientos apestosos un día completo con la intención de hacer lo más desagradable el viaje de los pasajeros, incluso esperamos vómitos colectivos, insultos o golpes ansiosamente para escandalizar y presionar a las autoridades que no han hecho más que discriminar brindando exclusivas regalías a los personajes mitológicos y a nosotros, los mundanos y aburridos hombres, ni siquiera algunas migajas.

He caído en la miseria vertiginosamente, pasando de ser un intelectual de renombre, miembro del movimiento "Los Cabezas Flotantes", a verme obligado a vender mis uñas a las brujas del barrio Estercola para comprar algo de pan. Vender mis cabellos (estoy calvo), los dientes que se me han caído por falta de calcio, el cuerpo de mi difunta amada que murió luego de una riña con una ninfa insatisfecha y un sin fin de idioteces insólitas a esas malditas brujas que se han llenado los bolsillos vendiendo sus falsos hechizos a estos empresarios ingenuos que ponen toda su contaminada esperanza en hacer millones de la nada. Lo más absurdo es que les resulta, la magia últimamente se ha prestado para los efectos más perversos.

Creo verme en el limbo de la Tierra. Ha llegado la hora de marcharnos de aquí antes que todos mueran víctimas de balas perdidas. Las más osadas lenguas cuentan que todas aquellas balas disparadas al aire en las dos guerras mundiales y en todo el resto de esos enfrentamientos ridículos reposaban en una dimensión que hasta ahora ignorábamos y regresarían dando la vuelta al mundo hasta encontrar su sitio en algún corazón desventurado, una costilla escondida o en la frente de un despistado. Nadie podría dormir, ni siquiera vivir tranquilo. Pero los putos empresarios y sus brujas personales siguen embarcados más que nunca en su vil propósito de mantener lo más posible a la humanidad sobre la Tierra (las especies mitológicas deberían ya retirarse de territorio humano en tres meses más). Han creado un sin fin de literatura de auto-ayuda rellena de cursilerías que no sirven más que para sonreír cinco minutos, trabajos supuestamente felices, como por ejemplo: construir rascacielos con legos, exprimir la mayor cantidad de naranjas para llenar los lagos secos del norte, musicalizar todos los cantos de pájaros del mundo, contar todos los granos de arena de la costa oeste, y ese tipo de cosas que a la larga aburren a cualquiera.

Hubo alguna vez en que todo iba por el camino más placentero, ese día que el último capitalista murió en el manicomnio de Washington* se veía penetrar una luz distinta en esa masa negra de nubes. Creíamos que algo había cambiado, que habíamos subido un escalón y que el anterior había sido pulverizado. No nos equivocábamos, pero con el tiempo nos dimos cuenta que algo andaba mal, que algo no habíamos expulsado de nuestra conciencia: las ansias de poder, o de liderazgo narcisista. Comenzaron a llenar los teatros, los cines, las calles, estos tipos soberbios y seguros de sí mismos. Era como ver reencarnarse a Bretón, un cabrón intolerante que no permitía más belleza que la suya.

Ya no se me ocurre qué decir, ni qué opinión tener. Las dos cosas serían inútiles. Tenemos un mundo cubierto de penas pasadas, nuestra tarea era erradicarla, y no hemos hecho más que farandulizarla. Quién se merece más o quién menos, esa es la disputa hoy. Ruego evolución, ya no somos aquellos primates que luchaban por tierras que después eran ignoradas, o aquellos fetiches que creian haber encontrado la verdad antes de tiempo en la cabeza ajena.



Un baiser et une embrassade







*Hace algunas décadas se impulsó el movimiento de psicoseo capitalista, en el que un grupo de actores se disfrazaban de las figuras que a los antiguos empresarios les causaban terror, previamente determinadas por estudios psicológicos, psicoanálisis precisamente.
Se metían en sus casas al anochecer y los atormentaban hasta que cayeran en la locura, o se arrepintieran de sus actos.



Menjunje

Enjambre de abejas ruboriza al escultor
de demencias involuntarias
el picor de la dulzura
es necesaria cuando las manos no reaccionan
o sólo son pisoteadas por el verdugo
tedioso que sigue tus pasos
como paloma a la miga
murmurándote al oido que te ama
y en un segundo, que te odia

Las manos forman un círculo
en cuyo centro se haya la arena mojada
aquel espacio entre lo existente
y lo conocido
el barco atracando con sus
viejos sabios y ninfas dichosas
que traen las caricias mentales
de oriente lejano
que te alzarán como el niño
pródigo

Hunde tus dedos
en el corazón, rompe su coraza
gelatinosa, y acaricia sus aguas rubíes
prueba del bocado que te está
tan lejos
deleitalo, y después de dar
prueba de ser un temerario
y vagabundo inmaculado
ciérralo y comienza tu
búsqueda